Hace ya unos meses, tiempos en lo que era un infeliz empleado, llegué un día al trabajo, y en la primera hora allí (esa en la que me pagaban por hacer alguna tarea en nada parecida a esta) escribí este relato...
Ayer a la tarde(usted lector, no tiene porque saber que día fue ayer, porque, y vayamos a un ejemplo claro: -ahora parece que uno puede dirigirse hacia un ejemplo...mas tarde quizás discutiremos al respecto…-si hoy fuera martes- bue, está bien , hoy es viernes pero esto es solo un supuesto, así q no se pongan quisquillosos, ayer hubiera sido casi con absoluta seguridad lunes, salvo imponderables que yo la verdad no manejo, pero la verdad que de nada sirve esta inútil aclaración, realmente nos importa un carajo), entonces, volviendo de donde las palabras nos llevaron -si esa es una capacidad de ellas, lo cual me sorprende también-, ayer a la tarde volví a mi preciada casa luego del no tan preciado trabajo, listo para tener un reconfortante ensayo musical, por lo que dejé el celular en el living para que nadie en el mundo me interrumpa mientras estoy tocando el bajo, y me instalé con mi coequiper Ezequiel en la habitación destinada a ese propósito, es decir hacer música, grabar y actividades similares.
Luego de terminado el ensayo, cocine una tarta (y a quien le importa no?...son datos para llenar líneas, no se enojen!), y luego de ello me acosté en mi placentera cama.
A la mañana siguiente luego de vestirme, busco el celular en lo que sería mi mesa de luz y no lo encuentro, por lo cual, luego de recapitular, recuerdo haberlo dejado en el living, a lo que como casi cualquier ser humano de este planeta, obviamente me dirigí en su búsqueda para despejar temores de pérdida del mismo.
Allí lo encuentro y veo en su pantalla un icono, que para mi y hasta ese momento, era desconocido (el celular es relativamente nuevo, tiene a este momento solo 20 días), y luego de llamar al servicio de atención al cliente (ese en el que a uno lo atienden tan bien que después de cada llamado uno querría romper toda la maldita empresa, sea cual fuera) me doy por enterado que es un correo de voz, el cual luego de marcar el numero indicado, escucho… al principio no reconozco quien es, me quedo algo sorprendido, pero por las palabras que ella articula la reconozco: es Paula.
Hacía ya 2 meses que Paula había partido hacia Londres (va, 2 meses aún no, mes y 15 días más o menos). Yo, un argentino nostálgico, cariñoso, melancólico y calentón como tantos otros, aún recordaba la última noche con ella, o más que noche casi amanecer, pues nos encontramos como a las 6 de la mañana, ambos provenientes de distintas fiestas, por lo que popularmente -o al menos en mi vulgar léxico (ese que día a día utilizo)-, podría decir sin temor a equivocación alguna, que ambos estábamos enfiestadísimos, lo cual en ocasiones puede ser muy divertido, pero en otras puede ser bastante desconcertante, sobre todo en esas ocasiones en los que no se puede mantener un diálogo medianamente normal, o ni entablarlo , dado que se vuelve una tarea sumamente difícil ordenar correctamente las palabras necesarias para armar una frase medianamente coherente.
Esta vez no fue así, y mas allá de algunas dudas, o idas y venidas o indecisiones y risas de cosas tan triviales como -“queres tomar algo?...Si dale, ..NO, estoy bien…bue no, mejor si….va no seeeee…..- algún que otro problema en tomar el camino correcto para llegar a mi casa (si, mi casa, que tiene???...a veces es más difícil llegar a casa….surgen imponderable..ejem…)
En fin, la noche fue hermosa, o mejor dicho, esa mañana lo fue, ella estaba hermosa, cada vez mas y mas, absolutamente, como siempre, pero mas. Suave, cariñosa, mimosa, y como cada vez, a la hora del sexo, impecable, activa. Pero esta vez, y como las últimas, cada vez con mas amor. Y eso es todo a la hora del sexo. Piel y amor. Nada más se puede pedir.
Ya luego de haber cortado, con esa sonrisa de amplia satisfacción, de que una mujer que te gusta , que querés, que te interesa, te llame desde la concha de la lora, a uno se le infla el pecho, se pone dulce, se agranda un poquito, se infla el ego.
Así estaba yo, feliz, agrandado podría hasta decir, ya tenía que contarles a mis amigos de mis proezas, sacar rédito de eso (va, sobrarlos un poquito nomás, con cariño) pues a cualquiera no lo llama un mina desde la concha de la lora, cuando uno no es su novio, ni lo fue, ni nada.
Que mas se puede decir?..Si, un capo el tipo. Así nomás.
Mister Pecho inflado estaba a punto de salir para su ahora existosisimo trabajo, cuando sonó el puto despertador.
Carajo. Pocas veces me acuerdo los sueños. Encima, la extraño a Paula.
La puta madre.